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sábado, 16 de abril de 2011

En la aventura beckettiana


Ha habido muchos intentos de categorizar la obra literaria de Samuel Beckett, por ejemplo, emparentándola con el “existencialismo filosófico” y/o con el denominado “teatro del absurdo”. Pero Beckett no abraza, no entiende, no precisa de categorías ni de direcciones teóricas. Para él todo ha acabado: los discursos existencialistas, los discursos humanistas, el positivismo, el mismo arte y la literatura. Cualquier sistema simbólico se ha desquebrajado, ya no tienen valor de existencia, habitamos en un reino del sin sentido. Todo ello lleva a Beckett a un universo literario oscuro, inasible, marginal, muchas veces impenetrable. Derivado de un sentimiento profundamente doloroso, él mismo evocaría a Descartes, "sufro, luego puedo existir" (Samuel Beckett. Poema “Horóscopo”) 

Beckett se ríe..... ¿de mí?


Beckett no hace meras construcciones intelectuales sobre el fin de la humanidad y el sin-sentido que ha enrarecido el mundo en los años de post-guerra, él mismo ha sufrido el exilio, el desplazamiento, la muerte, la pérdida de pertenencia y la repatriación. Es un profeta del fin del mundo, de fin del pensamiento, un profeta apocalíptico de los sistemas conceptuales discursivos del mundo. Sin embargo, no es tan simple denominarlo un “pesimista”. Él mismo afirmaría “si pesimismo es un juicio en el sentido de que el mal sobrepasa al bien, no se me puede acusar de pesimista, ya que no tengo ni deseos ni competencia para juzgar. Simplemente he encontrado más de lo uno que de lo otro” (Carta a Tom Bishop, 1978)   

En estos términos Beckett expone un mundo derruido, personajes de fin de mundo, que mantienen relaciones de dependencias tan elementales como grotescas, personajes que no tienen memoria, ni espacio, ni horizonte. Beckett hace silencio donde aquellos buscan asiduamente la palabra. Por el contrario de su mentor, James Joyce, Beckett decía, […] “Yo comprendí que mi camino, […], era el empobrecimiento, la renuncia y emancipación del conocimiento; era restar más que sumar” (James Knowlson, biógrafo de Beckett y Joyce, 1945).[][] Beckett no se satisface con inconformarse. Se desplaza hacia su lector/espectador para provocarle una incomodidad sugestiva a través del tema principal de su producción literaria: la incapacidad humana para todo y la angustia subyacente que hay en la búsqueda de un sentido.  

Beckett sueña.


Para construir literaria y filosóficamente esta humanidad del fin de los tiempos, Beckett invoca modos límite del teatro y del lenguaje, pues de otra manera lo acontecido/narrado no sería creíble, se volvería irrisible. Beckett, es pues también una debacle del lenguaje literario y de la explicación filosófica del mundo. Razón por la cual se cobija tardíamente en el teatro; Beckett encuentra que la narración, el cuento, la novela, el ensayo, la crítica se refugian con demasía en el lenguaje, sin poder retratar la “desintegración” del mundo. “El teatro es para mí una relajación de mi trabajo en la novela. Uno tiene un espacio definido y gente en ese espacio. Eso es relajante. En otra ocasión fue más explícito: “Cuando escribo una obra de teatro me pongo dentro de los personajes, soy también el autor de las palabras, y me pongo en la piel de los espectadores visualizando lo que sucede en la escena”. (Comentario de él mismo en la introducción a la obra “Los días felices”, 1989).  

Beckett camina.


Se aleja del relato dramático lineal donde tiempo, espacio, lugar y relato (cricunstancia para ubicar el término en el contexto teatral) son coordenadas acabadas o definidas realistamente;  o donde el autor aparece como conciencia omnisciente de los personajes; es probable que lo único que conserve de lo teatral son los diálogos, hilvanados a través de reflexiones monologadas de cada personaje, de preguntas/respuestas inconexas y de balbuceos incoherente;  la acción escénica, producto de la no- relación con los objetos, de la mutilación física, de la espera. El crítico Vivian Mercier apuntó que Beckett “había llevado a cabo una imposibilidad teórica: un drama en el que nada ocurre, que sin embargo mantiene al espectador pegado a la silla. Lo que es más, dado que el segundo acto no es prácticamente más que un remedo del primero, Beckett ha escrito un drama en el que, por dos veces, nada ocurre”.  (Refiriendose a "Esperando a Godot" Irish Times, febrero de 1956).

Mucho más allá de los recursos lingüísticos y teatrales, otro elemento que es distintivo de la nueva forma teatral en Beckett, es su referencia y relación con la realidad. A diferencia de otras formas teatrales donde la ficción, busca el respaldo o el dialogo explícito con la realidad, la obra teatral de Beckett se autoreferencía en la propia puesta en escena y viceversa. Por supuesto también se aleja de cualquier género dramático, no es tragedia, ni comedia, ni melodrama, mucho ménos una insulsa pieza didáctica. Todo lo absurdo de sus personajes y sus diálogos tampoco son objeto de burla ya que todo está cubierto de la sombra de la extinción y de la devastación. 

Se  reconoce en […] “Beckett el afán de mostrar la soledad insuperable que a queja per se a los individuos nacidos en la entraña de la modernidad, que obedece a su vivencia externa y contingente con los otros” (Juanes, Jorge; “T.W. Adorno. Individuo autónomo - Arte disonante”; 2010). Los personajes de Beckett, son emblemáticos mas no emancipadores, no pretenden redimir ni contradecir ningún orden, solamente esperan, somnolientos y dubitativos, la muerte.

Es pues Beckett un caso aislado y a su vez una pauta universal para la producción literaria de vanguardia. Es Beckett fusión y desencuentro entre la literatura y la filosofía. Es un caso curioso de relación amor/odio entre la expresión artística y la explicación sistemática del mundo. Beckett no ha buscado intencionalmente hacer un constructo conceptual o epistémico para explicar la cultura, la condición humana o la realidad aparente, sin embargo lo ha conseguido. 

Lo hace al momento en que desintegra el lenguaje en el afán de salvar los últimos vestigios de humanidad que le restan al cataclismo, conocido como civilización moderna. A diferencia del pensamiento filosófico que busca con cientificidad (entendemos aquí “científico” en su cualidad hermenéutica de las ciencias humanas y sociales) las directrices o explicaciones objetivas del mundo, Beckett a través del teatro y la literatura le va en avanzada a la filosofía, no solamente explicando, si no fundando un orden/modelo explicativo conceptual autónomo. 

Sin pretender agotar el problema de identidad y diferencia entre la filosofía y la literatura en la obra de Samuel Beckett, sí buscamos acotar la parte filosófica de su obra literaria, más específicamente, de su obra dramática. Ahondaremos en un minucioso ejercicio de identificación de las intuiciones o preguntas que indagan en la experiencia humana más allá de la imaginación y la fantasía para encontrar un puente que nos dé movilidad entre filosofía y arte.


Beckett recupera el aliento.

(A puntes del protocolo de investigación 
Dieciembre 2010
Gunnary Prado
Facultad de Filosofía 
de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo)


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