Lo que es de este día, es noche.
¿Qué hago con la luna como pendientes que cuelga luminosa por el cuello de la noche? Con ganas de arrebatarsela y jugar con ella al amor.
¿Qué hago con esta luz que enceguece y ofusca las conciencias?
Son palabras muertas las que esta noche de día se sirva para sí.
Hoy sin más.
Manzanas y montañas tiene la misma anchura.
Hoy sin avisar la luz y el tiempo son dos espacios irreparables que se fugan incontenibles.
Solamente hay preguntas del tamaño de Saturno, pocas respuestas y casi nada de espesura.
Es el regalo más divino.
Este sordo seductor de escribano sin sexo que luego que vino se volvió insecto.
Ya no más augurios, muertes o tormentos, sólo paz, sólo llanto, sólo el rojo.
Me corro hacia el rojo, me estiro de mil formas, y es ahí ya donde no hay sentido, ni para qué, ni para qué no.
Pero sigo empeñosamente invocando el nombre de la flama. fuego que un día se erizo y quemó lo vivo.
Siendo ahora el tiempo de la ceniza, quiero que la historia se reviva.
Soy pues Ave fénix de locuras invertidas donde razón es velo y pasión es el mosaico.
Quiero decir que las piernas de este territorio me abrazan, me sofocan, que ya no se sabe si vencimos o venceremos, pero vencidos nunca.
Somos póstumos herederos de guerreros triunfantes que un día en meso-América hicieron del maíz el oro del deseo.
Ya se acabo la historia y solamente el tiempo anda su camino, más allá de lo que no es humano y a pesar de lo humano mismo.
No me preguntes cómo. La respuesta se volvió pliegue de una oración perdida.
No me preguntes porqué. El sin-sentido es la puerta abierta a corazones huerfános.
Seamos hijos e hijas de tiempos (en pos)modernos y no nos sentemos a escribir, que escribir es articular el grito.
Dejemos oscuros y desgarrados gritos para que se conozca la razón de nuestra nostalgia.
Planchemos alaridos que hagan dulce tonada para la guerra.
La guerra que aguarda guarecida de la bajo-lluvia, cruzando la esquina a la derecha. Ahí el día menos pensado, cuando el sol salga, haremos de este campo de batalla la tierra prometida.
(Mi) amor: aguarda del otro lado del horizonte en el no-espacio que te tengo reservado, y cuando el suelo queme y el sol petrifique cubre tus ojos con las palmas de esta árbol de palabras, llora alegremente que vienen cabalgando el haz de magneto en eléctricas retracciones, del sol al medio día.
Nuevamente te invoco a ti palabra muerta,
y nuevamente me muero en el llamado.
Gunnary Prado
22 de mayo del 2011.
México.
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